viernes, 30 de noviembre de 2007

Gredos-Jerte-La Vera

Es la primera ruta que hacemos acompañados de unos amigos en moto. Tengo ciertos reparos porque me gusta ir a mi bola, sin tensiones; ni correr porque has perdido al otro vehículo, o no poder aflojar para recrearte en un paisaje para que el otro no te espere, etc., pero al final resultó muy divertida y nos entendimos perfectamente por lo que disfrutamos de un bonito viaje.

Comenzamos la ruta con mucha calma sumidos en el atasco habitual de fin de semana por la carretera de Extremadura N-V, hasta que vino a nuestro rescate un furgón de la Guardia Civil con las luces y la música. Hábilmente nos colocamos detrás de él y nos fue abriendo paso hasta Navalcarnero que era donde habíamos quedado con nuestros amigos para comenzar la ruta. Como no era casi tarde, empezamos tomando café en la plaza del pueblo para hacer tarde del todo.
Comenzamos la ruta de verdad atravesando varios pueblos de la Comunidad de Madrid hasta su límite con Ávila y Toledo. Estamos en el apéndice suroeste, ese por el que Madrid se infiltra entre esas Comunidades y a nada que te descuidas te sales. Pasamos por Villamanta, Aldea del Fresno, ¡Que afán tienen en ese pueblo por recrear cosas imposibles en la meseta madrileña! A las afueras del pueblo existe una especie de playa artificial hecha en una represa del río Alberche. Ahora como no llueve ni los ríos llevan agua, tiene un aspecto bastante triste y un poco más alejado se encuentra la Reserva el Rincón, una especie de sabana africana con animales salvajes en libertad que puedes ver desde el coche. Con la moto no lo he intentado no sea que pase como en Parque Jurásico, que las atracciones se comen a los turistas.
Seguimos camino de Villa del Prado donde dejamos la llanura y comenzamos a trepar rodeados de enormes extensiones de pinares sin fin y así pasamos por Cadalso de los Vidrios y Rozas de Puerto Real, donde se encuentra el único o por lo menos, más grande castañar de Madrid. Bajamos por la carretera que comienza a estar tapizada con las primeras castañas maduras que caen y acompañados de las hojas roji-amarillas de los árboles y terminamos en la M-501 donde giramos a la izquierda en dirección a Sta. Mª del Tiétar, ya en la provincia de Ávila. Pasamos por Sotillo de la Adrada, La Adrada, donde paramos nuevamente a repostar, pises diversos, nuevos cafés, cigarros…
Ya repuestos, seguimos a Piedralaves, donde al poco, nos apartamos de la CL-501 (ya sabes, cambias de comunidad, cambias de nombre aunque la carretera sea la misma) y cogemos un desvío a Casavieja. El cambio es brutal, dejas una carretera ancha, bien señalizada y con arcén y te metes en una especie de túnel sin luz que forman las densas copas de los árboles a ambos lados de la muy estrecha carretera que no dejan pasar apenas la luz del sol y que además tiene el asfalto muy abombado en el centro y tienes que estar muy pendiente para no irte a la cuneta. Estamos empezando a subir la Sierra de Gredos y la carretera se va empinando.
Dadas las horas que iban siendo decidimos parar a comer en el siguiente pueblo, Mijares, un pueblo que se desparrama por la falda de la montaña y que todo es muy cuesta arriba o muy cuesta abajo.

Tras 2 horas de opípara comida, continuamos nuestro camino. Hemos hecho bien en parar para afrontar lo que nos espera. Ya no se trata de trepar por la carretera. Esto es escalada en toda regla. En apenas 28 kilómetros hemos subido más de 1.000 metros por una carretera estrecha y retorcida con unos "quitamiedos" que acojonan, ¡Qué ironía!, hechos con bloques de piedra y al otro lado el abismo.

Lo peor era cuando en una curva te encontrabas un coche de frente y te tenías que arrimar. No sé cómo lo harán cuando se junten 2 coches. Esto es Gredos en estado puro.

(No soy yo, pero si es la misma carretera por la que pasamos)
A pesar de las insistentes protestas de B-B, de vez en cuando, no podía evitar mirar a mi alrededor y disfrutar de las espectaculares vistas que se ofrecían desde aquella altura.

















Una vez atravesado el puerto de Mijares (1.570 metros) toca bajar aunque considerablemente menos de lo que habíamos subido. Así llegamos hasta Burgohondo donde giramos a la izquierda para enlazar con la AV- 905 a la altura de Navatalgordo. La carretera nos lleva por Navalosa y Hoyo Casero hasta Venta del Obispo, ya en la N-502. Poco dura la alegría, ya que en el siguiente pueblo, Venta de la Rasquilla, tenemos que dejar la nacional y coger un desvío a la derecha que a través de una comarcal (AV-941) nos lleva a San Martín del Pimpollar, Navarredonda de Gredos, Barajas, Hoyos del Espino y del Collado, Navacepeda, Navalperal y La Aliseda, todos ellos de Tormes. En este último paramos para descansar un poco de las curvas que llevábamos en el cuerpo, tomar un cafetito con cigarro y pises de rigor. Seguimos por Hermosillo y El Barco de Ávila, célebre por sus judías blancas. Estamos atravesando Gredos por las cumbres y por pueblos que aunque no son muy grandes, nos ofrecen su encanto serrano con sus construcciones de montaña.

Mientras paso con la moto en una soleada tarde de principios de otoño, noto que empieza a refrescar y pienso en lo duro que tienen que ser estos pueblos en invierno. En el Barco, paramos fugazmente para ponernos algo de más abrigo y prepararnos para cuando vaya cayendo la tarde. Cogemos la N-110 a la izquierda, que a veces recta y a veces sinuosa, pero sin punto de comparación con lo que habíamos pasado, nos va bajando de la montaña a las más templadas tierras del Valle del Jerte.





















El Valle se va abriendo a lo lejos y a medida que nos acercamos nos va ofreciendo unas preciosas vistas. Ahora en Otoño no es tan espectacular como en Mayo cuando se produce la floración de los millones de cerezos que hay en esta zona. Su flor blanca hace parecer que un manto de nieve lo cubre todo.

A ambos lados de la carretera se desperdigan numerosos pueblos. Pasamos por Puerto Castilla, Tornavacas y su puerto, todavía a 1.275 metros y a partir de aquí y tras unas pocas revueltas, la carretera baja en un continuo descenso. Continuamos por Jerte, que da nombre a toda esta zona, Cabezuela del Valle, Navaconcejo y Valdastillas, donde paramos a echar gasolina y a valorar lo que vamos a hacer a continuación, porque con tanta relajación y tantas paradas la noche se nos va a echar encima.

Tenemos la opción de dar un rodeo por una carretera que aparentemente es mejor pero que conlleva más kilómetros, así que los audaces jinetes, deciden seguir con el plan previsto inicialmente y saltar del Jerte a La Vera, si bien, tenemos que atravesar la Sierra de Tormantos, aunque para ser justos y advertir a los incautos como nosotros, deberían llamarla “Tormentos”.



Así que otra vez nos vemos haciendo escalada en moto (voy a patentarlo como nuevo deporte) en dirección a Piornal por una carretera estrecha y llena de curvas, esta vez con el aliciente de que el sol se estaba poniendo a una velocidad de vértigo. No habíamos valorado que ya no estábamos en verano y ahora anochecía mucho antes y más deprisa. Cuando conseguimos llegar al Puerto de Piornal (1.269 metros), ya era noche cerrada del todo y lo que es peor, ahora había que bajar en dirección a Garganta de la Olla.

La carretera nos introducía en un bosque que daba miedo hasta al lobo de Caperucita. Todo negro negrísimo, tan solo se iluminaba la parte de carretera que alumbraba el haz de luz de la moto. De vez en cuando miraba por el retrovisor y veía la moto de mi amigo y tras él la más espesa negrura que lo envolvía todo. Por delante no eran mejor las cosas, no sabías que te ibas e encontrar en el siguiente recodo. La carretera me parecía todavía más estrecha, más empinada hacia abajo y las curvas más cerradas, pero lo que de verdad me preocupaba es que nos pudiera salir algún jabalí o bicho similar y nos piñaramos contra él, pero creo que eramos los únicos seres, por el momento vivos, de los alrededores. No podíamos pasar de segunda y frenando. Lo peor era que no se veía ningún signo de civilización. A veces desaparecían los árboles y sentías como una sensación de vacío, seguramente así era y tras la negrura se escondían los más peligrosos abismos.

Afortunadamente ojos que no ven corazón que no siente. En esos momentos pierdes la noción del tiempo que llevas circulando, te entran dudas de si te habrás equivocado de carretera y de si por donde vas no llegas a ninguna parte, o va a desaparecer el asfalto y va a comenzar un camino de tierra o vas a aparecer en medio de un monte. Empiezas a valorar si es mejor continuar o dar la vuelta por donde has venido. De repente, en un recodo, veo el campanario iluminado de la iglesia de Garganta de la Olla, ¡Ya estamos salvados!, te reconfortas y sigues. Tras unos cuantos kilómetros y revueltas, descubres con cierto desasosiego, que sigues viendo el campanario a la misma altura y distancia que antes, como si no hubieras avanzado. Piensas si será una broma y te vas a pasar la noche dando vueltas al mismo sitio sin llegar a él. Tras un tiempo que se te antoja eterno, de pronto, te encuentras entrando al pueblo.

Ya recuperado el resuello y ubicados, continuamos por una solitaria ¡muy solitaria! carretera a Cuacos de Yuste y de allí en un pis pas, llegamos a nuestro destino en Aldeanueva de la Vera donde nos espera nuestro merecido descanso en un hotel rural, bastante bonito, Hotel Puerto del Emperador. Afortunadamente, el propio hotel tiene restaurante, así que dejamos los equipajes e inmediatamente nos dirigimos a darnos un merecido homenaje gastronómico y comentar, entre risas, las anécdotas e incidencias del camino.

Al día siguiente, paseo por Aldeanueva


y visita al Monasterio de Yuste, donde se retiró Carlos V. Toda está zona está marcada por el paso del emperador y todo hace referencia a él.



Después de haber pasado por las carreteras que hemos pasado en el siglo XXI, ¡Cómo serian en la época del emperador!, no me estraña que se quedara a morir aquí. ¡ Cualquiera volvía!.


Tras la visita, frugal comida para cubrir el expediente y vuelta a Madrid por la autopista.
Después de la aventura de la ida no estábamos para más experimentos. No obstante, me quedaron en el tintero cosas por ver y carreteras por recorrer que tengo ganas de hacer en primavera y de las oportunamente tendréis conocimiento.

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